Caso de María Marta García Belsunce.

 Todo comienza la tarde del domingo 27 de octubre de 2002, mientras se disputaba un River – Boca en el Monumental, la socióloga María Marta García Belsunce de 50 años jugaba un match de tenis con su amiga y vecina Viviana Binello en la cancha Nº 1 del country Carmel, de Pilar. La lluvia obligó a suspender el partido y María Marta regresó a su casa antes de la hora habitual. Entró por la puerta principal del chalet que compartía con su esposo, dejó la campera en el pasamanos de la escalera y subió al baño para ducharse y estar lista para la sesión de masajes que se aplicaba todos los domingos. En ese transcurso la atacaron.

Ella intentó evitar que el asesino le hiciera daño, pero fue golpeada tres veces en la cara, en la frente y en una oreja. Después de casi 3 minutos de lucha, le gatillaron seis tiros con un revólver calibre 32. Un proyectil le rozó el cráneo; los otros cinco los recibió todos en la sien. Nadie escuchó el sonido de los disparos y el asesino abandonó la vivienda sin que nadie lo viera. La masajista, Beatriz Michelini, quedó esperando en la puerta del country.

María fue hallada por su esposo, Carlos Carrascosa de 72 años, quien declaró que encontró el cuerpo de su mujer en la bañera a medio llenar, con las zapatillas aún puestas. Después llegaron Guillermo Bartoli e Irene Hurtig, con quienes habían estado almorzando ese mediodía.  Luego llegó el médico de emergencia Juan Gauvry Gordon en una ambulancia, quien no advirtió que María Marta tenía cinco tiros en la cabeza, creyó que había tenido un accidente doméstico y ordenó limpiar la sangre en el piso. Poco más tarde la historia continuó con la supuesta llamada de uno de los hermanos de la víctima a un importante jefe policial para que “frenara” a los policías que habían llegado a la puerta del country.

Esto nunca pudo ser confirmado, ya que los agentes jamás fueron llamados a declarar para ratificar o rectificar la existencia del llamado. También dijeron que esa noche llegó un patrullero al country, avisado por la guardia, pero los familiares dijeron que se trataba de un accidente y se fue.

Cuando hay una muerte, aunque sea accidental, debe hacerse una autopsia. En este caso, el primer médico que revisó el cuerpo no advirtió los disparos en la cabeza, y el facultativo de la funeraria que suscribió el certificado de defunción indicó que había muerto de un paro cardíaco no traumático y en otra ciudad. Solo así se explica que no haya habido autopsia en ese momento, sino semanas después, cuando el cuerpo fue exhumado, luego de que se depositó en la bóveda familiar del Cementerio de la Recoleta ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.



Créditos: M.L.C.P

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